viernes, 6 de diciembre de 2013

el germen

Me quedé encerrada afuera de mi casa. "¿Qué hay por allá, a la vuelta de donde ya no tengo la llave en la cartera?" Hay un cuadrado blanco en esa esquina. Desde acá se parece a un Rubik y desde allá parece blanco, más redondo y más vacío. Vacío, y yo sé muy bien cómo es eso:
hay un borde que se va difuminando en una línea gris, a veces negra, que se va dilatando al ritmo de una pupila estimulada. Va por los dos lados, él y sus puntitos oscuros que tejen un encaje negro sobre los ojos hasta que se hicieron todo el espacio que vemos. Todo se ha oscurecido, todo quedó encajado, todo fue vaciado.
Hay algo más, hay algo más y es un loop de la lista de canciones sensibleras. Una voz, un piano, una historia de "mor" (elijo denominar así a las historias que no merecen llevar la palabra amor y que se acercan un poquito más a lo que es muerte) que se amalgaman en un líquido gelatinoso que se resbala adentro del oído y se absorbe en cada terminal nerviosa de nuestro cuerpo. El efecto es bastante rápido:
el loop de sonidos pasa instantáneamente a contaminarse de imágenes, de dónde estás esquizofrénicos, el bostezo que deja expuesta el alma entre el paladar y la lengua, el trillón de aguijonazos en el cuerpo que primero nos duelen, después nos inflaman y después nos adormecen.





"¡Que pase un minuto, que pasen diez, que pase un beso tuyo a besarme otra vez!" sonaba de fondo. Era una nena cantando mientras jugaba con una soga. Saltaba y la hacía zigzaguear en el suelo mientras repetía divertidísima " ¡viborita, vivorita!". -Y si supiera- pensé antes del

loop.

jueves, 3 de octubre de 2013

kaleidoscópico

Si lo encuentro es por la palabra precisa cuando somos oro y verde en el multicolor de los ojos.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Remedón y de Amedentramiento

Un pie, de un umbral, de una puerta, de una casa: "Que sea una casa grande, de pisos blancos azulejados y que haya una ventanal enorme donde entre tanta luz de Sol como de Luna y que también entre la lluvia cuando nos digan que viene Tormenta y que viene con el miedo que se siente en las tormentas cuando no hay una mano que nos juegue con los dedos, cuando no hay ojo a quien guiñarle, cuando no hay boca a la que hablarle con los dientes.
Que tenga dos sillas y dos tazas de té, que la luz se filtre por las cortinas y que el gato duerma a los pies de la cama. Cuando haga calor, que sea antihistamínico y frío. Cuando haga frío, que sea frazada azul. A partir de agosto podría empezar a sonar un ruido a pajaritos y que un jazmín tosa perfume al cielo celestón. Si el despertador suena a las 7, que se alargue hasta 7.30 y con olor a tostadas y un beso de mañana, mañana, mañana, mañana.
Una casa: una habitación alcanza un domingo como hoy. Que esté bien afirmada en el suelo, en la tierra esa que se pone verde en primavera y se arruga de sed después si no hay agua que la bese de mañana, mañana temprano porque después se quema y se mueren las raíces y nos deja con la angustia de no saber cómo habría sido su flor, si algún día hubiera cambiado su humor. A-tiempo."

viernes, 20 de septiembre de 2013

soy de las que se lo toman en serio

Que me pongo el despertador a las 7 y me levanto a las 9, que siempre hago comida de más cuando cocino, que salgo una hora antes y llego tarde igual, que respondo neurótica e instantáneamente cada vez que me hablan, que me engancho sin querer y rápido, que vi mucho Floricienta, que el escepticismo es una reacción de miedo, que me escapo, que sigo esperando siempre algo, que corro a las paradas de colectivo todos los días y a veces no están, a veces se van, a veces me quedo sentada mirando a las personas y hacemos guerra de miradas. 
Todo se vuelve bélico. Un chico ayer me dijo que el hombre siempre quiere la guerra y yo le discutí, le dije que no. Que el mundo está peor que nunca y que vamos derecho al Apocalipsis en una década, pero que el hombre no quiere la guerra, no es como en el Siglo de Oro español. Yo hablaba de Neruda y del efecto invernadero a la vez, creo que él no entendió demasiado (y lo bien que hizo). Ahora creo que sí, que somos bélicos y que nos gusta eso de batallar contra algo siempre. Fui soldado contra mí, soy soldado contra los simplificadores ahora mismo.
Batallamos. Vamos directamente a una guerra interna, nos gustan los bandos enfrentándose: River-Boca, K - anti K, tu ex o tu chongo, Pepsi - Coca Cola, la Juntada - PO. Queremos elegir pero no queremos el costo de oportunidad, queremos saber pero no queremos leer el libro, queremos probar pero no queremos arriesgarnos. Somos en general una manga de histéricos que se pasan la vida escribiendo irónicamente en Twitter o poniendo canciones sobre nuestro estado anímico -que a nadie le interesa- en Facebook.

Hoy estoy así, entrecortada, tipo colación de media mañana, como un yogur con cereales sin azúcar. Light, desabrida. El único peso que arrastro es el de mí misma, y de que estoy sola. Pero siempre estamos solos, sólo que es gradual el nivel de insoportabilidad que toleramos de nosotros. Sin embargo, no nos queda otro remedio más que convivirnos... el problema real de hoy es: ¿Quién nos va a soportar además de nosotros mismos? ¿El gil que te gomea hace años, el novio-mártir al que le metiste los cuernos, el que conociste en la clase de francés, el amigo del amigo del amigo de, alguno de tus exs, un completo desconocido que te vas a cruzar en una noche de alcohol en Palermo?



Hoy no sé qué onda. Quizás estoy en drama-queen y ahogándome en un vaso de agua.
Siempre que llovió, paró.

jueves, 19 de septiembre de 2013

el lenguaje de las manos

Parece ser de la parentela de los pulpos:
se enreda, atrapa, nada
con sus tentáculos impares, uñificados.

Y tu mano es tan así, que a veces crece cuando se me acerca
y me deja de doler.
Y mi mano te busca, te encuentra, te recuerda y se esconde
si mirás como mirás

cuando dejamos de ser los dos y nos confundimos en tercera
cuando el plural le escupe los ojos al singular
cuando una patita dedal se engancha
se agrieta, se agita, se queda en el cuaderno



y deja formas de garabato
o de un gato,
porque sí, porque miedo
porque ¡ay! el tiempo,
porque a veces pasa así, y quiero
te.

Luna prima

Me dicen, pero generalmente soy yo.
Un día. Otra jornada. 24 horas más, para algunos 24 horas menos.
Hoy te vi, pasaste como un fantasma. Yo, tan cínica, no me moví para alcanzarte.
Me hundí.
La despedida nuestra es así, qué se le va a hacer. Vos allá, tan en el norte, y yo acá, tan submarina. El tiempo es el líquido donde nado. Hasta ahora me fui alargando, un poco chueca allá, una pierna así y el ojo asá, pero es algo que les pasa a todos. Después cuando la corriente nos vaya en contra nos vamos a achicar y a marchitar. Creo que se trata un poco de eso, ¿no? Ese algo que nos pasa a todos
Ahora cuando me pongo melancólica y pongo Wish you were here entiendo un poco más lo de la pecera. El tiempo, todo eso que se nos fue. ¿Acaso no es gracioso que festejemos el tiempo? Nos inventamos un festejo casi sintomáticamente como para contrarrestar nuestra finitud. El cumpleaños, el año nuevo, el primer beso, el aniversario. 
Y hoy te vi. 
En realidad no te vi, vi tus zapatos, tu pantalón y el saco de vestir,... tu nuca, en última instancia. Hoy, 19 de septiembre, porque las fechas son inútiles pero no tanto. Son signos, a veces nos significan algo. Para mí, la primera Luna llena así, con la última vez que te vi.

sábado, 7 de septiembre de 2013

¿Fiebre de sábado por la noche?

Es sábado y la espalda me hace nudos y moños y rulos y firuletes que duelen. 
Radiohead en replay.
Cierro los ojos y trato de acordarme de cosas lindas. Hace unos meses que me visitó G y comimos ñoquis que hice medio a las apuradas porque me quedé dormida. O la vez que me dieron una visita guiada al Jardín Botánico a los 15 años -no lo conocía, como tampoco conozco la Reserva Ecológica-. 
Las cosas lindas son tan oximorónicas como todas las cosas. Se van y se acumulan.



Quería escribir pero el mal ánimo ganó hoy.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Sobre puntos seguidos y finales.

¿Cómo?
¿Cuándo?
¿Por qué?
Son algunas de las preguntas que pueden surgirnos a las 00:32 a.m de un lunes. Pero no un lunes cualquiera: un lunes después de haber abandonado la relación que hasta hace un día manteníamos.
Es difícil ver y adquirir la nueva perspectiva medio forzada medio consensuada. No más esa voz, esa mirada, esa piel, ese viaje de colectivo. No más esa manera de preparar café o de despertarse a la mañana. Nos negamos: nos aferramos con las uñas y los dientes al hilito deshilachado que nuestro amor nos ha dejado o bien por accidente o bien por lástima para que nosotros produzcamos una cantidad inmensa de fábulas y de posibles caminos de "regreso".

"¿Y ahora qué?" es la pregunta primera y más urgente. La sensación de vacío se asemeja a no haber comido nada durante una eternidad. Desesperamos, abusamos de nuestra calidad de víctimas, aguardamos señales místicas, revisamos compulsivamente el gtalk, vivimos en un loop de temas lentos como la versión en vivo de Gilmour de Wish you were here y a Elton John en Sorry seems to be the hardest word, perdemos eternidades pensando en qué y cómo y en cuándo estará haciendo en este momento, chequeamos si vio el whatsapp e inventamos posibles desarrollos ordinarios de su día de acuerdo a las observaciones, aguardamos regresos repentinos y apasionados dignos de una escena de reencuentro fílmico en el aeropuerto, e incluso acudimos indiscriminadamente a la quiromancia y al horóscopo. Es así, tal como lo ha anticipado Borges en 1964: "Ya no es mágico el mundo. Te han dejado." La rutina, y por estas alturas nuestro "todo", se ve reducido a un puñado de polvo que se va esparciendo y dispersando cada día un poco más lejos. ¿Quién se atrevería a la tarea de reunir toda esa arena en una gran piedra de nuevo?

Me pongo triste y sentimental. Quizás los extrañaremos siempre, o quizás sea lo que queremos pensar en este momento crítico para que suene menos feo.Clasifico a este tipo de eventos a través de puntos seguidos y finales. "Al menos ahora que sea punto suspensivo" y uno puede dormir en paz. Que nadie se sienta privado de consumir cuanto placebo encuentre: las mentiras blancas existen y sobre todo cuando son las que nos permiten soportarnos durante dos semanas. No importa entender cómo hace tanto esa persona era un refugio y hoy es el huracán Katrina, importa que realmente nos lo creamos y podamos desprendernos con la menor secuela posible. Lloremos, rodemos por el suelo y veamos The Notebook tres veces en un fin de semana. No se trata de elegancia, se trata de salud emocional. Eso sí: llamar, jamás. Hay que poner en práctica el refrán "El que se va sin que lo echen..." y regodearnos como cerdos en nuestra mugre-miseria de soledad para pensar que lo mejor está por venir. Y quizás, en un mundo posible... ¡Ni siquiera incluya una célula epitelial de la persona en cuestión!

Y todo esto quizás sea porque hoy iba a ser un aniversario y resulta que sólo es lunes, o porque todavía no comiste suficiente chocolate. En última instancia, Borges, whisky y a la cama:
Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar.

lunes, 19 de agosto de 2013

Lunes otra vez (y feriado)

La ley del hielo

Convengamos que todos hemos sido víctimas de la contundente ley del hielo.
Sea durante nuestra infancia, adolescencia o adultez, este episodio de ataque silencioso aparece reiteradas veces en nuestros días. Más de uno se habrá encontrado diciendo que "un silencio vale más que mil palabras" y más de uno puede dar fe de que es algo cierto.
Entonces ahí estamos: mandando un mensaje de texto, hablando por whatsapp, escribiendo y borrando compulsivamente un miserable "hola" en el chat de facebook, agitando nuestras manos al ver a la persona en cuestión a una distancia considerable en la calle/facultad/trabajo/circunstanciaX. Ahí estamos, poniéndole el pecho a las balas, dando el paso hacia la madurez con la panza hinchada de optimismo, abrumando el texto con íconos sonrientes. "Es lo que corresponde, -nos repetimos como mantra- yo lo conozco y me conoce... al menos convencionalmente es lo que hay que hacer." Básicamente, ahí estamos: cumpliendo al pie de la letra el papel de boludo. Entonces todo sucede rápidamente, es cuestión de unos cuantos segundos. Nos han bajado de un hondazo. Nos han obligado a arrastrarnos con el recurso más temido, más repudiado, pero al que todos hemos recurrido alguna vez para, al menos mínimamente, hacernos los interesantes: la terrible ley del hielo. El panorama cambia drásticamente.
La ley de hielo es el arma que nos deja vulnerables porque no nos podemos defender... a fin de cuentas, ¿defendernos de qué?
Hay mútiples reacciones a la ley de hielo. Yo diría que todas son sinónimas de la desesperación: nuestro interlocutor ha cesado de ser cooperativo en nuestra charla. Rápidamente empiezan a aflorar preguntas a montones ("¿CÓMO se atreve? ¿POR QUÉ A MÍ? ¿Quedé como una BOLUDA?"). El último paso es la bien conocida ira y todo lo que viene con ella. Se registraron combinaciones exóticas y hasta incongruentes de palabras en la misma frase como "QUÉ PEDAZO CIRCUNDANTE DE BASURA".
Después de las tortuosas horas transcurridas, de haber caminado por las paredes y de llegar mil veces a la conclusión de lo inmadura que es la tan famosa actitud de adoptar esta ley: el milagro. Titila la luz del celular, suena la llegada de un inbox o el sms cuando nuestro interlocutor finalmente se nos ha derretido. Los desenlaces son variados.

Pero, ¿qué se puede decir diciendo nada? Y me refiero al más allá de las canciones y los poemas cursis. 
¿Quizás algo como "Es así, no te hablo por forro y quiero que lo sepas"?




Para pensar.

domingo, 18 de agosto de 2013

re-reiniciar

About:
Las personas se sorprenderían de lo dificultoso que resulta la inauguración de un espacio tan insignificante en Internet como un blog. Este blog. Es que las personas quizás no sepan que había otro blog que tuvo otro blog como antecesor, y que cada una de esas <<casitas>>, como quisiera llamarlas ahora, fueron un espacio de creatividad en distintas etapas de mis -también insignificantes- dos décadas. Ahora bien...

¿Por qué tanta diversidad URLeana?

Mi respuesta, vagamente, es que esos espacios han cumplido sus ciclos. Resulta que ya no me encuentro en girl anachronism ni tengo un twisted reflex.
Por lo tanto, aquí estamos: entre una despedida y un comienzo como tantas otras veces. Y las despedidas... 

¿Qué son las despedidas? 
Bien podría jactarme de las palabras de alguien que vanagloriaba su automatismo sobre la separación, esa pequeña muerte: "Es que a mi edad, ya hay cosas que me salen automáticas... ¿Viste? Estuve triste unos días y después se me pasó". O bien, podría rememorar una charla que tuve hace unos días en la que el humano en cuestión insistía en "ya no comerse la cabeza".
Pero las despedidas. Las despedidas son ese espacio chiquitito, recurrente y gradual de todos los días: el reacomodamiento de las cosas, el ridículo fatalismo que desespera y nos arrastra al artificioso "nunca más", el color del cielo, el frío del suelo. Quién hoy, quién mañana. Las despedidas son ese espacio-tiempo donde nos definimos un poquito más como personas porque es cuando estamos solos.
Quizás por eso no me gusta saludar a la gente: así puedo creer que hay una continuidad real entre la despedida y el encuentro, que no hay tal reencuentro porque nunca nos fuimos y suena más lindo. Yo creo que nos hace sentir menos solos y menos finitos. Pienso que así pasa con mis otros blogs: no los despido ni los reencuentro, estaban ahí en el mismo tiempo de hoy.


Aquí mi advertencia a los lectores: no los voy a saludar.

Ponete verde

que cada vez falta menos para la Primavera.


¡Bienvenidos!