lunes, 19 de agosto de 2013

Lunes otra vez (y feriado)

La ley del hielo

Convengamos que todos hemos sido víctimas de la contundente ley del hielo.
Sea durante nuestra infancia, adolescencia o adultez, este episodio de ataque silencioso aparece reiteradas veces en nuestros días. Más de uno se habrá encontrado diciendo que "un silencio vale más que mil palabras" y más de uno puede dar fe de que es algo cierto.
Entonces ahí estamos: mandando un mensaje de texto, hablando por whatsapp, escribiendo y borrando compulsivamente un miserable "hola" en el chat de facebook, agitando nuestras manos al ver a la persona en cuestión a una distancia considerable en la calle/facultad/trabajo/circunstanciaX. Ahí estamos, poniéndole el pecho a las balas, dando el paso hacia la madurez con la panza hinchada de optimismo, abrumando el texto con íconos sonrientes. "Es lo que corresponde, -nos repetimos como mantra- yo lo conozco y me conoce... al menos convencionalmente es lo que hay que hacer." Básicamente, ahí estamos: cumpliendo al pie de la letra el papel de boludo. Entonces todo sucede rápidamente, es cuestión de unos cuantos segundos. Nos han bajado de un hondazo. Nos han obligado a arrastrarnos con el recurso más temido, más repudiado, pero al que todos hemos recurrido alguna vez para, al menos mínimamente, hacernos los interesantes: la terrible ley del hielo. El panorama cambia drásticamente.
La ley de hielo es el arma que nos deja vulnerables porque no nos podemos defender... a fin de cuentas, ¿defendernos de qué?
Hay mútiples reacciones a la ley de hielo. Yo diría que todas son sinónimas de la desesperación: nuestro interlocutor ha cesado de ser cooperativo en nuestra charla. Rápidamente empiezan a aflorar preguntas a montones ("¿CÓMO se atreve? ¿POR QUÉ A MÍ? ¿Quedé como una BOLUDA?"). El último paso es la bien conocida ira y todo lo que viene con ella. Se registraron combinaciones exóticas y hasta incongruentes de palabras en la misma frase como "QUÉ PEDAZO CIRCUNDANTE DE BASURA".
Después de las tortuosas horas transcurridas, de haber caminado por las paredes y de llegar mil veces a la conclusión de lo inmadura que es la tan famosa actitud de adoptar esta ley: el milagro. Titila la luz del celular, suena la llegada de un inbox o el sms cuando nuestro interlocutor finalmente se nos ha derretido. Los desenlaces son variados.

Pero, ¿qué se puede decir diciendo nada? Y me refiero al más allá de las canciones y los poemas cursis. 
¿Quizás algo como "Es así, no te hablo por forro y quiero que lo sepas"?




Para pensar.

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